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¿Dos Ciudades de Belén?

Una prueba contundente del origen sobrenatural de la Biblia es la presencia de profecía predictiva en sus páginas. Las profecías del Antiguo Testamento predijeron detalles minuciosos de eventos que se cumplieron en el Nuevo Testamento. El que ignora los hechos puede considerar esta declaración de una manera dudosa, pensando que cualquiera puede escribir un libro que hace predicciones y luego reportar el cumplimiento de aquellas predicciones en el mismo libro. En otras palabras, alguien puede simplemente suponer que solamente uno o pocos hombres escribieron toda la Biblia, y que simplemente seleccionaron eventos actuales al tiempo que escribieron, y luego expresaron su escrito en un formato que creó la impresión que estuvieron prediciendo eventos futuros.

Otros libros que reclaman ser inspirados por Dios ciertamente han seguido esta metodología. El Libro de Mormón se caracteriza mayormente por reportar el pasado. Pretende ser el resultado de un solo individuo—José Smith—quien supuestamente recibió grabados de oro de un ángel, los cuales luego tradujo con ayuda divina (vea Miller, 2008). De igual manera, el Corán reclama ser el resultado de las revelaciones que el ángel Gabriel presentó a un solo individuo—Mahoma. Ambos libros parecen ser el resultado de una sola persona que interactúa con su entorno, y quien no tiene la habilidad de predecir el futuro.

En contraste, el canon de las Escrituras del Antiguo Testamento, que se completó antes de la formación del Nuevo Testamento, permanece como un hecho histórico irrefutable. Aunque los críticos del texto han intentado reasignar fechas posteriores a muchos de los libros del Antiguo Testamento, incluso ellos no los han datado después del segundo siglo a.C., habiéndose entonces completado la canonización para 100 a.C. (vea Archer, 1974, pp. 77-79). Una de las razones para esta concesión es el hecho histórico fijo que 72 eruditos en Alejandría tradujeron el texto hebreo del Antiguo Testamento al griego en 250 a.C. Varios testimonios históricos independientes corroboran la existencia de esta traducción conocida como la Septuaginta (vea Harrison, 1969, pp. 228et.seq.; Koester, 1982, 1:252et.seq.; Tenney, 1976, 5:342-343). La existencia de la Septuaginta verifica que los 39 libros del Antiguo Testamento estuvieron intactos por más de 300 años antes que se escribieran los primeros libros del Nuevo Testamento. De igual manera, el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto ha demostrado adicionalmente la existencia pre-cristiana de los libros del Antiguo Testamento (vea Finegan, 1959, 2:271et.seq.; Thompson, 1962, p. 264; Free y Vos, 1992, pp. 175et.seq.; Pfeiffer, 1969, pp. 25et.seq.; Archer, 1974, pp. 38et.seq., 505-509).

Una categoría de la profecía predictiva del Antiguo Testamento es la profecía mesiánica, i.e., la profecía que tiene que ver con la venida del Mesías—Jesucristo. Existen algo de 332 (Free y Vos, 1992, p. 241) predicciones minuciosas y complejas por todo el Antiguo Testamento que subrayan detalles de eventos y circunstancias que sucedieron mientras Jesús estaba en la Tierra. Entre estos eventos en la vida de Cristo se encuentran: Su ascendencia de Abraham (Génesis 22:18; Lucas 3:34), a través de la tribu de Judá (Génesis 49:10; Hebreos 7:14), la familia de David (2 Samuel 7:12; Lucas 1:32) y la virgen María (Isaías 7:14; Mateo 1:22-23); Su llegada durante el imperio romano (Daniel 2:44; 9:26; Lucas 2:1), mientras Judá todavía tuviera un rey (Génesis 49:10; Mateo 2:22); Su escape de Egipto (Oseas 11:1; Mateo 2:14-15); Su ministerio en Galilea (Isaías 9:1-2; Mateo 4:12-16); Su sacerdocio comparable al de Melquisedec (Salmos 110:4; Hebreos 5:6; 6:20; 7:15-17); el rechazo de los judíos hacia Su persona (Isaías 53:3; Salmos 2:2; Lucas 23:18; Juan 1:11; 5:43; 15:25); Su entrada triunfal (Zacarías 9:9; Isaías 62:11; Mateo 21:1-11; Juan 12:12-15); la traición de uno de Sus amigos (Salmos 41:9; Juan 13:18), por 30 piezas de plata (Zacarías 11:12; Mateo 26:15), que se usarían para adquirir el campo del alfarero (Zacarías 11:13; Mateo 27:3-10); el reemplazo del que le traicionó (Salmos 109:7-8; Hechos 1:16-20); los esputos y golpes que soportó (Isaías 50:6; Mateo 27:30); Su silencio cuando le acusaban (Isaías 53:7; Mateo 26:62-63); Sus acusadores y testigos falsos (Salmos 27:12; 35:11; Mateo 26:60-61); las burlas e insultos que escuchó (Salmos 22:6-8; Mateo 27:39-40); Su bebida de hiel y vinagre (Salmos 69:21; Juan 19:29); Su muerte junto a pecadores (Isaías 53:12; Mateo 27:38); Sus manos y pies traspasados (Salmos 22:16; Lucas 24:39), pero sin ningún hueso quebrado (Salmos 34:20; Juan 19:33); la repartición de sus vestidos (Salmos 22:18; Marcos 15:24); Su sepultura con los ricos (Isaías 53:9; Mateo 27:57-60); Su cuerpo que no experimentó corrupción en la muerte (Salmos 16:10; Hechos 2:22et.seq.); y Su ascensión (Salmos 68:18; Daniel 7:13-14; Lucas 24:50-51; Hechos 1:9).

El profeta Miqueas, quien vivió en el siglo VIII a.C. (Lewis, 1966, p. 32), pronunció una profecía particularmente asombrosa. Hizo una referencia específica al lugar de nacimiento del Cristo: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (5:2). Esta profecía es remarcable por al menos dos razones. Primero, el hecho que alguien predijera la ciudad precisa en la cual un “gobernador” nacería siglos después es completamente ajeno a la experiencia humana. Un charlatán hablaría con ambigüedad para no ser desacreditado. Los síquicos, adivinos, espiritualistas y sanadores modernos tienen mucho cuidado en preservar la ambigüedad y pronunciar palabras vagas para permitir el ajuste, la evasión y las explicaciones múltiples. Subrayar una ciudad específica es algo incomparable por sí mismo.

Segundo, Miqueas dio un paso más grande al identificar la ciudad como “Belén Efrata”. Pocas personas probablemente saben que Palestina tenía dos pueblos conocidos como Belén. Similarmente, en los Estados Unidos tenemos Paris, Texas y Paris, Tennessee. Tenemos Jackson, Mississippi y Jackson, Tennessee, como también Lexington, Tennessee y Lexington, Kentucky. El Belén con el cual la mayoría está familiarizada es Belén de Judá, localizada a cinco millas de Jerusalén. El Antiguo Testamento menciona frecuentemente a este pueblo o a sus habitantes (e.g., Génesis 35:19; 48:7; Jueces 17:7-9; 19:1et.seq.; Rut 1:19), y fue el lugar de nacimiento del rey David (1 Samuel 16:4; l7:12,15; 2 Samuel 23:14,16). Después del exilió a Babilonia, la gente de Belén repobló el pueblo (Esdras 2:21; Nehemías 7:26). Este mismo Belén fue el lugar de nacimiento del Mesías (Mateo 2:1,5; Lucas 2:4,15). De hecho, ya que el Rey Herodes conocía esta profecía bíblica, concentró su masacre de bebés inocentes en la población infantil de la ciudad de Belén.

El otro Belén fue Belén de Zabulón en Palestina del norte. Aunque se menciona con menos frecuencia en el Antiguo Testamento (Josué 19:15; Jueces 12:8,10), las excavaciones arqueológicas indican que era un lugar que tenía algo de importancia en los tiempos antiguos (Masterman, 1956, 1:449-450).

¿Cómo supo Miqueas que Jesús nacería en Belén—y muchos menos en Belén Efrata? La única explicación racional es que Miqueas fue inspirado al escribir, i.e., guiado sobrenaturalmente para predecir la ubicación precisa en la cual nacería el Mesías. La Biblia es singular y diferente a cualquier libro en el planeta que reclame origen divino. De hecho, es la Palabra de Dios. Como tal, se reserva el derecho de requerir que todos los seres humanos responsables obedezcan a sus preceptos.

 

REFERENCIAS

Archer, Gleason L. Jr. (1974), Una Inspección a la Introducción del Antiguo Testamento [A Survey of Old Testament Introduction] (Chicago, IL: Moody), edición revisada.

Finegan, Jack (1959), Luz del Pasado Antiguo [Light from the Ancient Past] (Princeton, NJ: Princeton University Press), segunda edición.

Free, Joseph P. y Howard F. Vos (1992), Arqueología y la Biblia [Archaeology and Bible History] (Grand Rapids, MI: Zondervan), edición revisada.

Harrison, R.K. (1969), Introducción al Antiguo Testamento [Introduction to the Old Testament] (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Koester, Helmut (1982), Historia, Cultura y Religión de la Era Helenística [History, Culture, and Religion of the Hellenistic Age] (Philadelphia, PA: Fortress).

Lewis, Jack (1966), Los Profetas Menores [The Minor Prophets] (Grand Rapids, MI: Baker).

Masterman, E.W.G. (1956), “Belén”, [“Bethlehem”], Enciclopedia Bíblica Internación Estándar [International Standard Bible Encyclopedia], ed. James Orr (Grand Rapids, MI: Eerdmans), reimpresión de 1974.

Miller, Dave (2008), “¿Es Divino el Libro de Mormón?” [En-línea], URL: https://apologeticspress.org/espanol/articulos/240112.

Pfeiffer, Charles (1969), Los Rollos del Mar Muerto y la Biblia [The Dead Sea Scrolls and the Bible] (Grand Rapids, MI: Baker).

Tenney, Merrill, ed. (1976), La Enciclopedia Bíblica Ilustrada de Zondervan [The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible] (Grand Rapids, MI: Zondervan).

Thompson, J.A. (1962), La Biblia y la Arqueolgía [The Bible and Archaeology] (Grand Rapids, MI: Eerdmans).


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