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¿Dónde Está Dios Cuando Sufro?

Sin duda mucha gente durante los siglos y por todo el mundo ha rechazado creer en el único Dios verdadero a causa del gran dolor y sufrimiento. Tal vez la pérdida de un ser querido, o alguna otra tragedia, causó que sintieran resentimiento y amargura contra Dios y la vida. Al culpar a Dios, de alguna manera el dolor parecía ser más soportable. Pero la Biblia habla claramente sobre este tema. Y solamente la Biblia puede darnos una explicación exacta para la existencia del dolor y el sufrimiento en la Tierra.

Muchos grandes hombres y mujeres en la historia bíblica nos han precedido al intentar vivir fielmente delante de Dios en medio de grandes problemas. Ya que eran humanos como nosotros, experimentaron la lucha diaria contra el ego, el pecado y Satanás. Ellos también tuvieron que arreglárselas con la presión y el estrés de la vida. También tuvieron que enfrentar sufrimiento. Podemos aprender de sus comportamientos (Romanos 15:4). Si consideramos sus vidas y reacciones ante las dificultades de la vida, podremos recibir por medio de su ejemplo la fortaleza necesaria para continuar. Cuando consideramos la manera en que fueron maltratados y perseguidos, y la manera en que enfrentaron el sufrimiento, podremos obtener por medio de su ejemplo el ánimo necesario para continuar y alcanzar la victoria.

 

ESTEBAN

Por ejemplo, al esforzarse en vivir la vida cristiana, Esteban llegó a estar delante de la organización legislativa superior de la nación judía—los 71 miembros del Sanedrín que incluía al Sumo Sacerdote como presidente. A Esteban se le procesó por su vida. En vez de ofrecer una defensa legal, predicó un sermón. Resumió la historia israelita, enfatizando la tendencia israelita a la apostasía, y concluyó su sermón con estas grandes palabras:

¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros, ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis (Hechos 7:51-53).

Allí estaba este gran hombre de Dios, siendo procesado por su vida, pero ningún discurso pudo haber sido menos adecuado para obtener su absolución. En vez de auto-defenderse para lograr su liberación, ¡el sermón de Esteban colocó a sus acusadores ante el tribunal de Dios!

¿Cuál fue la reacción de ellos? Se enfurecieron en sus corazones y crujían los dientes contra él. Comenzaron a gritar con todas sus fuerzas mientras cerraban sus oídos. Luego arremetieron contra él, le echaron fuera de la ciudad y le lanzaron rocas hasta que destrozaron su vida. ¿Experimentó Esteban gran sufrimiento? Sí, ¡incluso la muerte! ¿Dónde estaba Dios? ¡Junto a él! De hecho, por medio de la intervención milagrosa de Dios, él pudo mirar al cielo mismo y ver la gloria de Dios, y a Jesús a Su diestra. Cuando usted sufre, ¡Dios todavía está con usted!

 

ELÍAS

También podemos ver a Elías (1 Reyes 19). Al oír que Jezabel había “puesto precio” a su cabeza, él literalmente “corrió por su vida” al desierto y se escondió en una cueva. Dios le habló directamente y le dijo, “¿Qué haces aquí, Elías?”. Su respuesta muestra que estaba desesperado. Declaró que había sido muy celoso por el Señor, a pesar del hecho que los israelitas habían elegido olvidar el pacto, derribar los altares de Dios y matar a los profetas de Dios. Elías pensaba que era el único que quedaba—¡y ellos también estaban tratando de matarle! Este fue un hombre que sintió la presión abrumadora de la persecución. Era un hombre que estaba sufriendo.

Sin embargo, Dios le concedió victorias en la vida. Cuando fue a reunirse con su rey (1 Reyes 18), se le acusó de perturbar al pueblo de Dios. En realidad, Acab era el que estaba perturbando a Israel al rechazar los mandamientos de Dios. Elías luego desafió a los cientos de profetas falsos a reunirse con él en el Monte Carmelo para determinar de una vez por todas quién es Dios. Cuando esos falsos profetas trataron todo el día de obtener una respuesta de su dios para quemar un sacrificio, fallaron miserablemente. Luego Elías reunió a toda la gente alrededor de él mientras arreglaba el altar del Señor. Después de colocar madera sobre el altar y el sacrificio sobre la leña, ordenó que lo empaparan con agua completamente. Luego ofreció una oración sencilla al Dios del cielo, lo cual provocó fuego que traspasó la atmósfera, ¡consumiendo el sacrificio, la madera, las piedras del altar, el agua e incluso el polvo! Eso causó que el pueblo de Dios pensara correctamente, y Elías ordenó la ejecución de los falsos profetas. ¿Fue Elías un hombre que experimentó sufrimiento? ¡Sí! ¡Pero Dios estaba con él!

 

DANIEL

¿Y qué acerca de Daniel? A Daniel se le deportó de su tierra cuando era todavía un joven, se le colocó en una cultura extranjera poco amistosa y se le forzó a aprender el lenguaje y la literatura de los babilonios. Cuando sus enemigos políticos estuvieron celosos de su éxito y favor ante el rey, manipularon la ley para causar problemas a David con el sistema legal. ¿Cuál fue su crimen? ¡Orar regularmente al Dios verdadero! ¿Cuál fue su castigo? La muerte al ser arrojado al foso de los leones. ¡Hablando de sufrimiento! Pero Dios estaba con él y cerró la boca de los leones (Hebreos 11:33). Aunque pasó la noche en el foso de los leones, salió la siguiente mañana a salvo y sin ningún daño. Sus acusadores fueron arrojados en su lugar, y la Biblia dice que los leones les destrozaron antes que sus cuerpos llegaran al suelo (Daniel 6:24). ¿Experimentó Daniel sufrimiento en la vida? ¡Sí! ¡Pero Dios estaba con él!

 

AMÓS

Luego tenemos a Amós. Él no tuvo la intención de que Dios le usara como profeta (Amós 7:14). Pasaba su vida cuidando ovejas y sicómoros que producían un fruto que se tenía que perforar manualmente para que madurara. Pero cuando Dios le comisionó a dejar su hogar al sur de Palestina, viajar al norte de Palestina, y presentar la Palabra de Dios a ese pueblo, él fue. Pero no se le recibió bien. Cuando anunció que Israel sería destruido, y que el rey moriría a filo de espada, la reacción no fue nada positiva. Amasías el sacerdote le acusó de conspirar a fin de derrocar al gobierno, y trató de intimidarle a salir del país inmediatamente. Amós respondió al clarificar que no era un profeta por profesión, y que hubiera estado contento de hacer el trabajo humilde que realizaba en su vida privada. Pero Dios le había mandado a profetizar, y eso era lo que haría. No solamente Israel caería, sino los mismos hijos de Amasías serían muertos y su propia mujer se convertiría en prostituta (Amós 7:17). ¿Estuvo Amós en una situación que trajo sufrimiento a su vida? ¿Criticismo? ¿Oposición? ¡Sí! ¡Pero Dios le observaba a través de su sufrimiento!

 

MICAÍAS

Micaías también enfrentó los sufrimientos de la vida. Cuando el rey de Israel y el rey de Judá se reunieron para discutir la posibilidad de una campaña militar mutua, el rey de Judá quiso alguna clase de confirmación de Dios que indicara que sus esfuerzos tendrían éxito. Acab hizo desfilar a sus 400 falsos profetas ante Josafat, y los hombres ofrecieron la confirmación deseada. Pero Josafat sintió duda y quiso alguna indicación creíble adicional. Acab admitió que se podía consultar a Micaías, pero dijo, “[M]as yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal” (1 Reyes 22:8).

Se llamó inmediatamente a Micaías. Los dos reyes se sentaron en sus tronos, escuchando a los falsos profetas. Un falso profeta, Sedequías, incluso dramatizó su confirmación al sostener una réplica de hierro de los cuernos de algún buey y declarando que los reyes cornearían a los sirios hasta matarles. Mientras tanto, el oficial a quien se había enviado a traer a Micaías delante de los reyes, le instó a decir lo mismo que los otros profetas y confirmar a los reyes. Pero Micaías dijo que diría lo que el Señor le dijera, y cuando el rey de Israel le preguntó, sarcásticamente sugirió que fuera. Pero cuando se le mandó a hablar seriamente, Micaías predijo que el ejército sería esparcido y que Acab moriría. Él luego describió que un espíritu engañoso estaba dirigiendo el consejo de los falsos profetas—por lo cual Sedequías se acercó, le golpeó en la mejilla y se burló de él con estas palabras: “¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti?”. Micaías dijo que él lo sabría el día de la catástrofe cuando correría a esconderse en un aposento.

Se envió a Micaías a la cárcel por su postura firme, y se le dio pan y agua de “aflicción”. Cuando la batalla comenzó, Acab se disfrazó con el propósito específico de evitar la predicción de Micaías. El rey de Siria incluso reunió a su grupo de 32 asesinos, y les encargó evitar todo conflicto y concentrarse solamente en Acab. Pero Dios no los usó para lograr Su predicción. En cambio, la Biblia informa que un arquero anónimo lanzó una flecha “a la ventura”, es decir, sin apuntar a ningún objetivo en particular—sin duda apasionado por el calor de la batalla. De todos estos soldados que estuvieron ocupando el campo de batalla, la saeta “encontró” a Acab. Y de todos los lugares en la armadura de Acab, la saeta le hirió entre las uniones de su armadura y perforó su débil corazón. Su sangre se juntó en el fondo de su carruaje, y él murió a la puesta del Sol. Micaías tuvo que experimentar sufrimiento, pero Dios estaba con él, y él vivió hasta ver la muerte de aquellos que le causaron sufrimiento.

 

JUAN

El Elías del Nuevo Testamento enfrentó lo mismo. Él tuvo que confrontar a los fariseos y saduceos, llamarles “víboras”, insistir en que se arrepientan, y advertirles de la ira y el fuego insaciable que vendría (Mateo 3:7-12). Cuando tuvo el coraje de informar al rey que su matrimonio era inaceptable delante de Dios, la esposa ilícita del rey se dispuso a eliminarlo. Ella logró hacerlo, y el verdugo cortó la cabeza de Juan, dejando solamente su cuerpo decapitado para que sus discípulos lo enterraran (Marcos 6:14-19). ¿Enfrentó Juan sufrimiento? Sí—¡incluso la muerte! ¿Pero estaba Dios con Juan? Jesús mismo dijo, “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mateo 11:11). Dios conoce nuestro sufrimiento, y Él está con nosotros.

 

PABLO

Pablo fue un modelo de persecución. La lista de sus persecuciones es larga (2 Corintios 11:24-28). Él recibió los 40 azotes comunes (Deuteronomio 25:1-3) de los judíos en cinco ocasiones diferentes. Tres veces recibió los azotes romanos con varas (Hechos 16:23). Incluso fue apedreado (Hechos 14:19). Tres veces atravesó la experiencia angustiosa del naufragio (e.g., Hechos 27:41et.seq.), e incluso estuvo a la deriva en el océano durante toda la noche y todo el día. Experimentó la fatiga de los viajes frecuentes, los peligros del mar, los ladrones, los compatriotas hostiles y los gentiles. Sufrió en la ciudad y en el desierto, en el mar y en medio de falsos hermanos. Experimentó debilidad, dolor, insomnio, hambre, sed, fatiga, frío y desnudez. ¡Fue un hombre acosado, perseguido, atormentado y sufrido! Experimentó la inseguridad y el temor que vienen a causa de la oposición hostil. Pero el Señor le dijo, “No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal” (Hechos 18:9-10). Cuando experimentó el dolor agudo de un “aguijón en la carne” para evitarle la exaltación, el Señor le aseguró—incluso en medio de su sufrimiento—“Bástate mi gracia” (2 Corintios 12:9). Él pudo concluir: “[P]or amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10). ¿Debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones? ¡Estas cosas causan sufrimiento! Pero a través de todo esto, ¡estamos seguros de la ayuda de nuestro Señor!

 

JESÚS

Pero el ejemplo supremo de sufrimiento y dolor es Jesucristo mismo. Aparte de la falta de comodidades físicas (Mateo 8:20) y el maltrato frecuente que enfrentó durante Su ministerio terrenal, finalmente fue capturado por una multitud hostil que llevaba espadas y palos. Se le trajo a una corte para enfrentar las acusaciones de testigos falsos. Enfrentó la invectiva de un Sumo Sacerdote furioso que le acusó de blasfemia, y tuvo que oír la condena de muerte del concilio. La gente le escupió en Su rostro, le golpeó y abofeteó mientras se burlaba de Él. Se le ató y llevó ante las autoridades romanas donde experimentó humillación adicional de parte de una multitud burlona que escogió liberar a un notorio criminal en vez de a Él. Luego sufrió humillación en manos de los soldados romanos que le quitaron Sus ropas, colocaron una corona de espinas en Su cabeza, le escupieron y le golpearon en la cabeza con la caña que habían hecho para que la usara como cetro. Finalmente, sufrió la muerte insoportable y horrible en una cruz romana, mientras que los que pasaban se burlaban de Él, movían la cabeza y le injuriaban diciéndole que se salvara a Sí mismo. Incluso los ladrones crucificados con Él le injuriaban. ¿Dónde estaba Dios? ¿Dónde está Dios cuando sufro? ¿Dónde está Dios cuando un cristiano pierde a un hijo? Él está allí, donde estuvo cuando perdió a Su propio Hijo.

Cualquiera que sea el sufrimiento o dolor que usted y yo podamos experimentar, esto no se compara al sufrimiento que nuestro Señor experimentó. Necesitamos recordar “el domingo después del viernes”. Su sufrimiento hasta la muerte fue la bendición que usted y yo podemos recibir. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). ¿Debemos sufrir?

Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente (1 Pedro 2:21-23).

En realidad, Jesús “fue hecho un poco menor que los ángeles…a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos”, y al hacerlo, Él puede “llevar muchos hijos a la gloria… Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:9-10,18). Jesús sufrió mucho dolor, pero lo soportó por nosotros. ¡Soportemos el sufrimiento por Él! Nosotros podemos y debemos ser como Él. “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12).

 

CONCLUSIÓN

En Apocalipsis 19, se nos presenta una descripción espectacular. El cielo se abre y vemos un caballo blanco cuyo jinete tiene tres nombres: “Fiel y Verdadero”; “Verbo de Dios”; y “Rey de reyes y Señor de señores”. En justicia, juzga y lucha. Sus ojos son llamas de fuego. En Su cabeza lleva muchas coronas, y Su ropa está teñida en sangre. De Su boca sale una espada aguda. Cabalga como líder de la caballería del cielo. Los cristianos a quienes se dio esta descripción asombrosa estaban pasando dolor y sufrimiento intenso y abrumador. Pero ni ellos ni nosotros podemos llegar a visualizar esta escena maravillosa sin llegar al menos a una conclusión irrefutable: Dios sabe cuando sufrimos y experimentamos dolor y sufrimiento indescriptible; Él está presente, está con nosotros, no nos abandonará, y debemos continuar confiando en Él.


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