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Dios Siempre Piensa en el Futuro

El reporte de los eventos milagrosos que Dios usó para liberar a los israelitas de la esclavitud egipcia se había esparcido a través de la tierra de Canaán. Los habitantes de Canaán habían perdido todo valor y temían la posibilidad de pelear en contra de un pueblo que tenía un Dios tan poderoso. De hecho, cuando Josué envió dos espías a explorar la ciudad de Jericó, la ramera Rahab les escondió y les dijo, “Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros. Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto” (Josué 2:9-10). La obra y la reputación de Dios había paralizado de tal manera a los cananeos que los israelitas planearon vencerlos fácilmente.

En la primera batalla principal de la conquista a Canaán, la batalla de Jericó, Dios continuó ayudando a los israelitas al destruir milagrosamente las murallas de Jericó. Sin embargo, Dios decretó que ninguna persona tome el oro o la plata en Jericó; todo debía ser dedicado a Él. Tristemente, un israelita llamado Acán desobedeció el mandamiento de Dios y tomó un lingote de oro, entre otras cosas, sin que Josué y los otros israelitas lo supieran.

Teniendo confianza por la victoria descomunal de Jericó, los israelitas tramaron tomar la pequeña ciudad de Hai. Sin consultar a Dios, los israelitas solamente enviaron unos pocos miles de hombres a Hai, pensando que la victoria sería inevitable. No obstante, las aspiraciones de victoria se desvanecieron cuando los pocos hombres de Hai emprendieron marcha y derrotaron a los israelitas, matando a 36 hombres.

Josué y los israelitas estuvieron devastados y confundidos. ¿Por qué Dios los había abandonado? Y ¿qué harían las otras naciones cananeas ahora que sabían que los israelitas podían ser vencidos? Josué lloró y clamó a Dios, “¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre?” (Josué 7:8-9).

Al oír la oración de Josué, Dios le informó del pecado de Acán, y explicó que los israelitas no obtendrían la victoria hasta que se quitara al pecador del campamento. Josué rápidamente siguió las instrucciones de Dios para quitar a Acán. Luego Dios dio un plan a Josué para derrotar a Hai. Él le instruyó a enviar un grupo de emboscada detrás de la ciudad. Luego debía colocar un grupo de soldados en frente de la ciudad y retirarse como en la batalla previa (Josué 8). Cuando todos los hombres de Hai vieran la retirada de los israelitas, ellos pensarían que los israelitas serían derrotados como antes, y se apresurarían para alcanzarlos, dejando la ciudad sin protección. El grupo de emboscada entonces atacaría la ciudad y daría la señal para que los israelitas que se retiraban regresaran a pelear. El resultado fue la derrota de Hai.

Dios usó lo que pareció a primera vista una derrota para Josué y los otros israelitas como una fase preliminar para una victoria principal al hacer que la derrota pareciera intencional. Dios había añadido otro elemento a las razones de los cananeos para temerle, mostrándoles que los israelitas no solamente eran poderosos con Su ayuda, sino que también eran capaces de ingeniar una estrategia militar a través de Su guía. El nombre y brillo de Dios fueron una vez glorificados, a pesar del contratiempo temporal causado por el pecado en el campamento israelita. Este episodio provee algo más de evidencia que “no hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová” (Proverbios 21:30).


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