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Dios no Hace Acepción de Personas

Cuando el primer gentil llegó al cristianismo, el apóstol Pedro percibió que “Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:34-35). Antes que se estableciera la iglesia y los gentiles llegaran a Cristo, muchos judíos suponían que Dios les favorecía sobre todos los grupos étnicos. Algunos tenían la noción falsa que simplemente ser judío era una señal segura que se era salvo (Mateo 3:9; Lucas 3:8; 7:30).

Cuando se derrumbó la barrera entre judíos y gentiles, Pedro entendió completamente un aspecto importante del carácter de Dios: Él no favorece—ni ha favorecido—a una persona o grupo de personas sobre otras. Sea que los israelitas lo entendieran o no, cualquiera que obedece los mandamientos de Dios puede ser justificado delante de Él. Considere algunos pasajes que enfatizan la imparcialidad de Dios ante todos los seres humanos:

2 Crónicas 19:7: “Sea, pues, con vosotros el temor de Jehová; mirad lo que hacéis, porque con Jehová nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho”.

Job 34:19: “¿Cuánto menos a aquel que no hace acepción de personas de príncipes. Ni respeta más al rico que al pobre, Porque todos son obra de sus manos?”.

Romanos 2:10-11: “[P]ero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios”.

Gálatas 5:6: “[P]orque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor”.

1 Pedro 1:17: “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”.

¿Qué significa exactamente que Dios no hace acepción de personas? Dios ofrece salvación a todo hombre, sin importar las circunstancias externas, como el estatus socioeconómico o la nacionalidad. Dios no ofrece salvación solamente al judío, sólo porque sea judío, o solamente al gentil, sólo porque sea gentil. La palabra griega que se traduce como “acepción de personas” en la Versión Reina Valera de Hechos 10:35 (“Dios no hace acepción de personas”) es prosopolemptes, una palabra que hace referencia a un juez que mira el rostro de un hombre en vez de los hechos del caso, y hace una decisión basado en el hecho si le gusta el hombre o no (Lenski, 1961, p. 418). Por ejemplo, bajo la ley romana se pesaba el estatus social de un acusado juntamente con la evidencia. Cualquier juez humano puede mostrar favor indebido a un demandante o a un acusado a causa de la amistad privada, el soborno, el rango, el poder o la afiliación política, pero Dios, el Juez perfecto, no puede ser tentado por ninguna cosa que puede tentar a un juez humano para actuar parcialmente.

La imparcialidad de Dios no evita que Él escoja a personas o a una nación para lograr Sus propósitos específicos. Dios tuvo libertad de usar a los israelitas como el linaje por el que traería a Su Hijo al mundo. (Los israelitas nunca fueron el único grupo de gente que tuvo acceso a la salvación—vea Romanos 1:18et.seq.; Jackson, 2004). Dios tuvo libertad de usar a los babilonios en la derrota de los israelitas desobedientes y tomar su botín (2 Reyes 25:1-21). Dios tuvo libertad de usar a Pedro y a Pablo para esparcir el Evangelio a los pecadores. Dios puede lograr todo lo que necesita hacer sin violar Su compromiso de permitir a todos la oportunidad de salvación.

Además, Dios bendice a la gente en maneras diferentes. La imparcialidad de Dios no significa que todos tendremos exactamente la misma cantidad de dinero, la misma cantidad de influencia, la misma cantidad de hijos o la misma cantidad de años en la Tierra. (En el mismo momento que Pedro notó la imparcialidad de Dios, él estaba en la presencia de un hombre que poseía más riqueza material que Pedro). Algunos tienen más dinero que otros, algunos tienen familiares que les aman más, y algunos tiene más oportunidades para oír la predicación del Evangelio. Sin embargo, todos pueden salvarse si están dispuestos a investigar la verdad. Aunque algunos adultos responsables pueden vivir sus vidas completas sin oír un simple sermón del Evangelio, todos pueden contemplar las obras maravillosas de la mano de Dios, las cuales muestran que Él existe. Pablo escribió:

[P]orque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido (Romanos 1:19-21).

Dios siempre ha esperado que Sus seguidores sean imparciales. No debemos tratar a otras personas de manera diferente a causa de sus estatus financieros o de su apariencia externa. El Señor dijo: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande” (Levítico 19:15). Deuteronomio 1:17 dice: “No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis”. Después de describir un escenario en que se le favorecía el asiento en el servicio a un hombre rico, y se apartaba al pobre, Santiago escribió: “pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores” (Santiago 2:9). Al declarar que los cristianos no debían mostrar parcialidad ya que creen en Cristo, Santiago sugirió, por inspiración, que el favoritismo—tratar a ciertas personas como si tuvieran un mayor valor inherente—no es consistente con la fe de Cristo, y causa que se viole la ley de Dios de la libertad (2:8,12).

Estamos agradecidos que Dios no ha escogido arbitrariamente a algunas personas para que se salven o a otras para que se pierdan. Imagine el principio por el cual Él seleccionaría a qué gente salvar. ¿Escogería a los ricos? ¿A los famosos? ¿A los más inteligentes? ¿A los miembros de un grupo étnico o cultura particular? Afortunadamente, cada persona puede escoger por sí misma si aceptará la gracia salvadora de Dios (Josué 24:15; Isaías 7:16; Ezequiel 18:20; Mateo 23:37; Apocalipsis 22:17). Cada persona es responsable de sus acciones (Ezequiel 18:20; Romanos 14:12; 2 Corintios 5:10). A causa del maravilloso amor de Dios para todos los seres humanos, Él no desea que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9; cf. 1 Timoteo 2:4).

REFERENCIAS

Jackson, Wayne (2004), “To What Law Were the Ancient Gentiles Accountable?”, [En-línea], URL: http://www.christiancourier.com/questions/whatLawAncientGentiles.htm.

Lenski, R.C.H. (reimpresión de 1961), The Interpretation of the Acts of the Apostles (Minneapolis, MN: Augsburg).


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