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Detalles sobre Piltdown

En 1912, Charles Dawson descubrió algunos fragmentos de cráneo, una mandíbula y otros artefactos en un hoyo de grava en Piltdown, en el área de Sussex Weald en Inglaterra. Cuando los pedazos fueron armados, emergió un mosaico interesante: la criatura tenía el cerebro de un humano moderno y la mandíbula de un simio. El fósil “hombre-simio” lucía relativamente antiguo, comparado con otros fósiles mamíferos pliocenos encontrados en el sitio. Todos estos factores se ajustaban bien a una teoría favorita del anatomista británico Don Arthur Keith. Él sostenía que los grandes cerebros de los humanos evolucionaron primero y que las otras características modernas llegaron después. Otros científicos respetados dieron crédito al “hombre de Piltdown”, incluyendo Arthur Smith-Woodward, conservador de paleontología en el Museo Británico de Historia Natural, y Teilhard de Chardin, renombrado paleontólogo y sacerdote jesuita.

Pero mientras que los años pasaban, el hombre de Piltdown lucía menos y menos plausible. Finalmente, a comienzos de la década de 1950, una artillería de pruebas confirmó que el “descubrimiento” había sido una gran broma pesada. El cráneo pertenecía realmente a un humano, pero la mandíbula pertenecía a un orangután igualmente moderno. Todos los artefactos habían sido tratados químicamente para hacerlos parecer auténticos. Algunos de estos habían incluso sido modelados con una herramienta de metal, incluyendo un objeto hecho de un hueso de elefante que lucía como un bate de juego de cricket (¡cuán apropiado para el “hombre inglés más antiguo”!).

Con la broma al descubierto, los estudios cambiaron su curso a una segunda fase. La pregunta ya no era, “¿En qué parte de la evolución calza este fósil?”, sino “¿Quién lo hizo?”. Prácticamente todos los que tuvieron que ver con los artefactos llegaron a caer bajo sospecha. Nadie parecía dudar que Dawson tuviera que ver mucho en el asunto. Como abogado y anticuario, científicamente no tenía que arriesgar mucho, y se sabe que también estafaba con otros objetos falsos.

Sin embargo, la broma tenía una sofisticación (tal como el proceso artificial de envejecimiento y otros detalles importantes, incluyendo la selección de huesos y el estrato geológico) que implicaba un conocimiento de alguien informado en el campo. A causa de toda su ingeniosidad, es probable que Dawson no actuara solo.

La conspiración tomó otro curso en años recientes con el descubrimiento de un baúl en el desván del Museo de Historia Natural (Gee, 1996). En el fondo, escondido debajo de los restos preservados de disecaciones de roedores, yacía una variedad de fósiles y huesos tallados y teñidos. Un análisis adicional reveló una coincidencia cercana con la colección de Piltdown. Se sabe que el baúl pertenecía a Martin A.C. Hinton—conservador de zoología del museo durante el tiempo del engaño. Justo dos años antes, Smith-Woodward había rechazado contratar a Hinton para un trabajo en el departamento de paleontología. Parece que el deseo de revancha fue la motivación de Hinton. Desde luego, todavía existen preguntas acerca de su relación con Dawson, y los otros diez sospechosos (o alrededor de este número) todavía son cuestionados.

Los evolucionistas se molestan cuando los creacionistas hablan de este engaño. En el fondo, todos saben que el hombre de Piltdown no es genuino. Y aparte de esto, fueron los mismos evolucionistas, quienes usando métodos científicos rigurosos, expusieron el engaño. Sin embargo, como hemos visto, el escándalo permanece como un tema todavía vivo, especialmente entre los paleontólogos. Ellos tienen la necesidad de entender cómo estos fraudes pueden persistir por tanto tiempo, o aparecer en primer lugar. Esto fue aceptado fácilmente porque satisfacía las ideas preconcebidas del momento, un factor con el cual los timadores probablemente estaban contando. De la saga de Piltdown aprendemos que los científicos no están exentos de los fallos humanos, y para nosotros no debiera ser sorprendente que se descubran más esqueletos polémicos de la evolución del hombre.

REFERENCIAS

Gee, Henry (1996), “Box of Bones ‘Clinches’ Identity of Piltdown Paleontology Hoaxer,” Nature, 381:261-262, May 23.


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