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Alá vs. el Dios de la Biblia

Una lectura honesta y objetiva del Corán y la Biblia revela un conflicto significativo entre los dos concerniente a cómo conceptualizar a Dios, también como lo revelan sus representaciones respectivas del comportamiento de la deidad. Alá dice y hace cosas que el Dios de la Biblia no dijo, dijera o hiciera. La representación del Corán de la soberanía de Dios (como del calvinismo) contradice el carácter de Dios al atribuirle acciones que son diferentes a las de la deidad.

Por ejemplo, el Corán representa repetidamente a Dios, en el caso de la creación de Adán, requiriendo que los ángeles (djinn) se postren y adoren a este primer hombre. Todos hacen eso con la excepción de Iblis (i.e., Satanás), quien rechaza hacerlo sobre el fundamento que Adán era un simple mortal:

Hemos creado al hombre de barro arcilloso, maleable, mientras que a los genios los habíamos creado antes de fuego de viento abrasador. Y cuando tu Señor dijo a los ángeles: “Voy a crear a un mortal de barro arcilloso, maleable, y, cuando lo haya formado armoniosamente e infundido en él de Mi Espíritu, caed prosternados ante él”. Todos los ángeles, juntos, se prosternaron, excepto Iblis, que rehusó unirse a los que se prosternaban. Dijo: “¡Iblis! ¿Qué tienes, que no te unes a los que se prosternan?”. Dijo: “Yo no voy a prosternarme ante un mortal que Tú has creado de barro arcilloso, maleable”. Dijo: “¡Sal de aquí! ¡Eres un maldito! ¡La maldición te perseguirá hasta el día del Juicio!”. (Sura 15:26-35, énfasis añadido; cf. 2:34; 7:11,12; 17:61; 18:51; 20:116; 38:72-78).

Esta caracterización de la deidad es completamente inaceptable. Solamente este incidente ilustra que Alá no es el Dios de la Biblia. El Dios de la Biblia simplemente no haría lo que el Corán dice que hizo. Numerosos versículos bíblicos expresan que la adoración de un simple humano es una indecencia completa—incluso una blasfemia. Se prohíbe a los seres humanos que adoren a otros seres humanos (Hechos 10:25,26; 14:14,15). Se les prohíbe a los seres humanos adorar a los ángeles (Colosenses 2:18; Apocalipsis 19:10; 22:8,9). Y, desde luego, los ángeles no deben adorar a los que son simplemente humanos. La Ley de Moisés declaró que la adoración debe ser dirigida a Dios (Deuteronomio 6:13; 10:20). Cuando Satanás tentó a Jesús, y le urgió a adorarle, Jesús citó la declaración deuteronómica de la Ley de Moisés, y luego añadió Su propio comentario divino: “y a él sólo servirás” (Mateo 4:10, énfasis añadido). Nadie, ni ninguna cosa, es legítimamente objeto de adoración—¡excepto la deidad!

Aunque interesantemente, el razonamiento de Satanás, como registrado en el Corán, fue realmente bíblico y correcto. Satanás reconoció que no solamente los ángeles no debían adorar a los humanos, sino en vista de su propia condición angélica, Adán ocupaba un estatus que estaba por debajo de su existencia celestial avanzada—un hecho afirmado en la Biblia: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra” (Salmos 8:4,5; cf. Hebreos 2:9). El registro coránico que representa a Dios como ordenando a Iblis (Satanás) que adore a Adán es una violación seria de la propiedad divina y una indicación adicional del conflicto del Corán con la Biblia. [Una vez más, parece que el Corán ha sido influenciado por fuentes judías, ya que los talmudistas también representan a los ángeles como confiriendo honra y honor a Adán (Sanhedrín29; Midrash Rabbah on Genesis, paragraph 8)].


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