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¿Abogó Jesús por el Racismo?

En su constante búsqueda por desacreditar al cristianismo, los escépticos han atacado el carácter de muchos personajes bíblicos. Sin embargo, sus difamaciones más osadas están dirigidas hacia Jesucristo y Su naturaleza divina. Uno de esos ataques intenta atribuir a Jesús características humanas indeseables. Marcos 7:24-30 y Mateo 15:21-28 registran la historia de una mujer gentil sirofenicia que vino a Jesús y le rogó que sanara a su hija, quien estaba poseída por un demonio. La respuesta de Jesús, a primera vista, parece ser un insulto racial: “Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos” (Marcos 7:27).

Para entender la respuesta de Jesús, uno debe entender la historia de la relación entre Dios y la nación de Israel, y entre Israel y sus vecinos. La Biblia registra que Israel, como el pueblo escogido por Dios, había recibido Sus mandamientos y Sus leyes a través de revelación especial: “y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Levítico 26:12). “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra” (Deuteronomio 7:6). A los israelitas se les ordenó desde el comienzo a no seguir a la gente alrededor suyo, quienes hace mucho tiempo se habían separado de los mandamientos de Dios. En Levítico, el Señor mandó: “Y no andéis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros; porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación” (20:23). Israel era la nación escogida por Dios, y la gente alrededor de ellos era considera impía a causa de su desobediencia a los mandamientos de Dios.

De la evidencia bíblica, parece que la expresión “perro” fue una expresión idiomática judía para alguien que era un obrador de lo malo, o alguien despreciado. Como el salmista dijo: “Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies” (22:16). Por ende, algunos judíos hubieran considerado, e incluso llamado, a otra gente alrededor de ellos “perros” a causa de su alejamiento de Dios, causado por su infidelidad a Sus mandamientos. Mateo registra que, en un principio, Jesús no respondió a la mujer, pero cuando Sus discípulos le rogaron que la despidiese, Él les declaró Su misión y por tanto Su razón para ignorarla: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 15:24). A causa de la persistencia de la mujer, Jesús finalmente consintió responderle usando lenguaje idiomático para explicar que Su propósito era ofrecer salvación a los judíos. El “pan” simbolizaba el Evangelio (cf. Juan 6:32-58), los “hijos” simbolizaban a los judíos (Juan 8:39) y los “perros” hacían referencia idiomáticamente a aquellos fuera de la gente escogida por Dios. La misión de Jesús era predicar a la nación de Israel, como Pablo declaró: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Entonces, Jesús no estaba siendo racista para con la mujer sirofenicia; en cambio, Él simplemente estaba volviendo a exponer a ella, esta vez en lenguaje idiomático, lo que Él había afirmado previamente a Sus discípulos. Note que en Su respuesta a la mujer, Jesús dijo, “Deja primero que se sacien los hijos”, implicando que finalmente los gentiles recibirían el Evangelio, pero que Su misión era dar a la gente escogida por Dios la primera oportunidad de redención bajo el nuevo pacto.

¿Estuvo Jesús abogando por el racismo en Su trato con la mujer gentil? No, Él estaba usando simplemente lenguaje figurativo para decir que Su misión inicial era para con los judíos. La respuesta de la mujer fue inteligente y con discernimiento, devolviendo a Jesús expresiones idiomáticas y diciendo, para ponerlo en lenguaje contemporáneo, “Yo tomaré lo que pueda”. Ya que su meta era convencer a los judíos, Jesús no estaba bajo la obligación de sanar a la hija de esta mujer. Sin embargo, Jesús usó la oportunidad para enseñar a Sus discípulos que “Dios no hace acepción de personas…” (Hechos 10:34).


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